100 años de la Electra Caldense: Capítulo II. La fundación y los primeros pasos

El núcleo impulsor de la nueva empresa eléctrica que tenía que dar servicio a Caldes en 1917 lo formaban: Avel·lí Xalabarder, Francesc Monserrat, Ginés Díaz, Francesc Torras, Olegario Godó, Paulino Torras, Josep Aulet, Francesc Torras y Tomás Uñó. Eran profesionales, gente de cultura e industriales. La mayoría calderines, y otros de fuera, pero con negocios en la ciudad. Todos ellos estaban convencidos de que era necesario crear una nueva sociedad, de ámbito local, que se hiciera cargo del servicio eléctrico.

escrituraEl primer paso: abrir una suscripción popular para conseguir el capital necesario para poner en marcha el proyecto. Fueron 100.000 pesetas, divididas en acciones de 100 pesetas cada una, para que la inversión pudiera ser asequible y el mayor número de calderines posible pudiesen ser socios de la Electra. El 14 de septiembre de 1917 se firmó la escritura de constitución ante el notario de la población, Josep Mas i Tasi.

El segundo paso: dirigirse a los representantes de Alumbrado para negociar la posible compra de sus instalaciones de distribución de energía eléctrica y de alumbrado público en Caldes. El acuerdo no fue posible porque Alumbrado solo estaba dispuesta a negociar la venta completa de sus redes, desde Sant Miquel del Fai hasta Castellar, lo que movió a los pioneros a construir su propia red de distribución.

Para proveerse de la energía necesaria acudieron a Catalana de Gas y Electricidad, que estaba en plena expansión en el Vallès Occidental. «La Catalana» construyó una nueva línea aérea desde Sabadell, pasando por Sentmenat, hasta la capilla de Santa Susanna, detrás del antiguo hospital, donde estaba la estación receptora de la Electra.

A principios de 1919 la distribuidora calderina dispuso de su propia red, pudo realizar las primeras acometidas e inició su actividad de suministrar electricidad a la ciudad. Los calderines comenzaron a llamar popularmente a la Electra como «la nueva» para distinguirla de Alumbrado; estas expresiones populares duraron hasta casi las postrimerías del siglo XX.

La Electra comenzó a dar servicio con tres estaciones transformadoras, a partir de ahí extendió las redes de baja tensión para suministrar a otros puntos de consumo, tanto de viviendas como de negocios particulares.

ADELANTE, A PESAR DE LAS DIFICULTADES

La empresa se tuvo que enfrentar a tres grandes dificultades desde un inicio:

1. Falta de capital para afrontar las inversiones de la nueva red y la compra de los materiales y herramientas imprescindibles. Durante aquellos años no eran pocos los calderines que consideraban la Electra una aventura destinada al fracaso ante el poder de las grandes eléctricas. Por ello, se tuvo que recurrir a préstamos de los tres industriales del primer consejo de administración.

2. La oposición enconada de Alumbrado de Poblaciones. Les hicieron competencia desleal a través de descuentos (10 céntimos de peseta por kW/h) a los clientes calderines, para que la Electra perdiera los que tenía y forzarla a vender todos sus activos y pasivos. La propuesta fue rechazada por los clientes, que consideraban que no podían abandonar aquel proyecto que acababan de iniciar, y en el que muchos conciudadanos habían depositado las esperanzas y los ahorros.

3. Las pérdidas de energía eléctrica en el transporte. En los primeros tiempos, la cantidad de energía medida en la salida de la subestación de Sabadell de «La Catalana» -punto donde se registraba la energía comprada- llegó a ser el doble de la energía suministrada por la Electra.

En la década de 1920 Caldes vivió un crecimiento industrial. Las pequeñas fábricas textiles, que hasta entonces apenas usaban la corriente eléctrica para su iluminación, pronto adquirieron nuevos telares movidos por electricidad. La Electra les garantizaba un servicio con más potencia y con pocas interrupciones. Seguros de que aquí encontrarían un buen servicio eléctrico, otros industriales de fuera decidieron implantarse en Caldes.

capitulo-2-electra-haciendo-red-1918El caso más destacado es el del egarense Joan Cortés, que construyó la fábrica más grande existente hasta ese momento en el pueblo, conocida popularmente como «la llana», porque se dedicaba a la fabricación de tejidos de lana y de seda. Una de las características de la Electra fue la voluntad de extender las ventajas de la electricidad a través de la prestación de los servicios relacionados. No querían sólo comprar y vender kilovatios/hora, sino facilitar a los clientes un completo aprovechamiento de aquella nueva fuente de energía. Por ejemplo, con la venta de bombillas, bombas hidráulicas, instalaciones eléctricas en viviendas y locales o la comercialización de electrodomésticos.

En 1924 la empresa abrió una tienda en el número 60 de la avenida de Pi i Margall; era la vivienda del encargado y el lugar donde se atendía permanentemente, de forma personal o por teléfono, cualquier incidencia. Los fundadores vieron claro que la empresa solo saldría adelante si era capaz de ofrecer a los calderines electricidad en cantidad y calidad, sin límites en la contratación de potencia ni cortes frecuentes de suministro, y, sobre todo, con un equipo de gente accesible que les pudiera atender y ayudar ante cualquier necesidad relacionada con la energía eléctrica.

En 1928 venció el contrato que la Electra había firmado con «la Catalana». Las negociaciones coincidieron con el arrendamiento del negocio eléctrico de «la Catalana» a la Cooperativa de Fluido Eléctrico (CFE). Así pues, a partir de ese momento el proveedor de la Electra pasó a ser la Cooperativa.

Los años 1932 y 1933 las industrias vieron cómo bajaban sus pedidos, la producción y los consumos eléctricos. Hubo retrasos en los pagos de facturas y de instalaciones importantes. Incluso algún industrial esquivó las reclamaciones de la Electra instalándose un motor de gasóleo para producir por su cuenta la electricidad de la fábrica. Aquellos años la empresa no aumentó el número de estaciones transformadoras, pero logró sobrepasar los 500 clientes y mejoró la red de distribución cerrando el primer anillo de circunvalación de alta tensión del núcleo urbano de Caldes, enlazando cinco de las ocho estaciones transformadoras existentes, y cambiando los postes de madera por postes de hierro. La red anillada permitió aumentar la calidad del servicio eléctrico: por primera vez se podía trabajar en un punto de la red y mantener el servicio al resto.

En octubre de 1934 la Electra sufrió una gran pérdida: la muerte inesperada, a los 60 años, de Avel·lí Xalabarder, el gerente de la empresa. Xalabarder había estado al frente del grupo de promotores de la sociedad en el momento de su fundación y llevó su dirección durante 17 años con un excelente balance: dimensiones y calidad de la red eléctrica, cantidad de clientes, energía distribuida, resultados económicos, relación con los trabajadores y remuneración de los socios. La baja en el Consejo de Administración fue cubierta por su hijo Eduard Xalabarder Olivella, que pasó a ser el secretario, y el cargo de gerente lo ocupó Francisco Sala.

En el próximo capítulo descubriremos los años oscuros: la Guerra Civil y la posguerra (1936-1959). El mes que viene conoceremos cómo afectó el exilio de los dirigentes y propietarios al funcionamiento de la Electra y viviremos la colectivización de las empresas del sector eléctrico catalán bajo el nombre de Servicios Eléctricos Unificados de Cataluña (SEUC).