100 años de Electra Caldense: Capítulo IV, 1959-1980, Caldes y la Electra crecen

A finales de la década de 1950, en el marco de la política de bloques y la Guerra Fría, la economía española comenzó a abrirse al exterior y liberalizarse, basándose en la industria y los servicios, y con una clara pérdida de peso de la agricultura. El crecimiento fue posible, también, gracias al aumento del parque de producción de electricidad. Para superar la etapa de las restricciones, el gobierno de Franco estableció medidas como la creación del régimen de «Red General Peninsular», que integraba los sistemas de las grandes empresas y las obligaba a intercambiar energía por razones de utilidad pública; y el modelo de «tarifas tope unificadas», que debían aplicarse a todo el territorio del Estado, y a las que se añadía un recargo que percibía un ente estatal llamado Oficina de Liquidaciones de Energía (OFILE).

Con los fondos de OFILE, el Estado subvencionaba la construcción de nuevas centrales de producción. Las grandes eléctricas privadas pudieron construir nuevas centrales y el gobierno impulsó dos a través de sendas sociedades estatales: la Empresa Nacional de Electricidad S.A. (ENDESA), y la Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana S.A. (ENHER).

En Caldes, como en el resto de Cataluña, a partir de 1960 el crecimiento de la industria y del sector servicios fue importante y continuado, y atrajo mucha población de las regiones agrícolas españolas.

Como consecuencia aumentó la demanda de electricidad, tanto para usos industriales como para abastecer las nuevas viviendas que se iban construyendo. De 1940 a 1960 la población del municipio aumentó unas 1.600 personas; en las dos décadas siguientes, de 1960 a 1980, el aumento fue de más de 4.000, hasta sobrepasar en total los 10.000 habitantes.

Además, los nuevos hábitos de consumo incorporaron cada vez más aparatos eléctricos en los hogares y más maquinaria eléctrica en las industrias. En todas estas transformaciones, el suministro de la Electra tuvo un papel fundamental. En los 43 años transcurridos desde su fundación, de 1917 a 1960, la Electra había llegado a tener 800 clientes, a distribuir 2,7 GWh anuales y a construir 11 estaciones transformadoras.

En los 20 años posteriores las cifras se multiplicaron, y en 1980 se llegó a 4.000 clientes, 21,8 GWh y 43 estaciones transformadoras. El cambio de la red de distribución de alta tensión, desde los 11 kV hasta los 25 kV, fue una buena base para poder cubrir las nuevas necesidades de electrificación y el crecimiento de la demanda. A pesar de las mejoras que se habían hecho en la línea Sabadell-Caldes de la suministradora Compañía de Fluido Eléctrico (CFE), llamada «Caldes 1», se constató que no se podría garantizar a Caldes un servicio eléctrico de calidad con esa única línea de abastecimiento. La demanda de la población iba creciendo y la línea en cuestión también soportaba la carga de otros puntos de suministro a lo largo de su recorrido.

La Electra reclamó sin éxito a CFE soluciones alternativas para poder mantener el servicio. Por lo tanto, se dirigió entonces a ENHER, que, a pesar de pertenecer al Estado, tenía su actividad principal y su sede en Cataluña, y en aquellos años estaba construyendo nuevas redes de distribución en las comarcas cercanas a Barcelona para dar salida a la producción eléctrica de sus centrales.

1967: año del cincuentenario y de grandes cambios

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Albert Xalabarder – Fuente: Calderí , Imagen: J Serra

Superando un problema tras otro, en 1967 la Electra pudo celebrar los primeros 50 años de vida. Con el aniversario llegó el ingeniero Albert Xalabarder, que se convirtió en el gerente, y se constituyó la sociedad filial Comercial Vallesana de Suministros SA, a la que se traspasaron los locales y otros activos relacionados con las instalaciones eléctricas.

A partir de ese momento, la Electra se dedicó al suministro de electricidad construyendo y manteniendo su red de distribución, y la Comercial, a las instalaciones eléctricas para particulares y para la misma Electra.

Pero ese mismo 1967 cerró la empresa Hilados y Tejidos Cortés S.A., la industria más importante del municipio y el principal consumidor de electricidad. Aquel cierre supuso la pérdida del trabajo de muchos calderines y la Electra vio como por primera vez después de muchos años disminuían las ventas de energía. Durante la década de los sesenta, la Electra construyó muchas líneas, entre las que destaca la que sale del campo de fútbol de Caldes (ET-16) y termina en el núcleo de Sant Sebastià de Montmajor, atravesando toda la montaña del Farell. Esta fue la obra más larga
y compleja construida hasta entonces por la Electra, y supuso llevar por primera vez la electricidad al citado núcleo de San Sebastián y a otros lugares del recorrido, como el Pascol, la Torre Nova y el Farell.

El crecimiento del número de clientes también supuso pronto un grave problema administrativo, ya que se hacía muy difícil seguir confeccionando manualmente las facturas de electricidad de los clientes. Eran los años de los primeros pasos de la informática, que se basaba en grandes y costosos ordenadores situados en centros de cálculo. Pero a finales de la década de 1960 surgieron los miniordenadores, que quedaban al alcance de las pequeñas empresas. En 1969 la Electra se decantó por uno de estos, un Factor-Q16. Aquella decisión, que fue pionera porque en aquel tiempo en Caldes prácticamente no había ningún ordenador, también lo fue en la gestión propia de los datos, lo que se ha mantenido hasta nuestros días.

En 1972 se pudo realizar la conexión de la red a la de ENHER y así se consiguió, finalmente, disponer de dos conexiones diferentes para el abastecimiento de la red de la Electra, cada una con capacidad suficiente para mantener el servicio a todos los clientes en caso de avería de una de ellas. En esta época se empezaba a notar la creciente orientación al monopolio de las grandes empresas eléctricas, y su influencia en las decisiones de la Administración. Una de las muestras más significativas de esta tendencia fue el «convenio de zonas» que firmaron en 1974 las cuatro grandes eléctricas catalanas del momento (FECSA, HECSA, ENHER y FH SEGRE) para repartirse el territorio de Cataluña entre ellas.

Las grandes eléctricas consideraban las pequeñas distribuidoras como una anomalía y un fastidio, y por este motivo la Electra y otras eléctricas de las mismas características toparon continuamente con todo tipo de obstáculos a la hora de desarrollar su actividad y su crecimiento. Dos ejemplos de esto son el hecho de que, en 1966, algunos socios de la Electra recibieran ofertas de una gran eléctrica para vender su participación en la empresa calderina; o que la política de tarifas del gobierno nunca beneficiara a las distribuidoras pequeñas.

Debido a los continuos y crecientes problemas que las pequeñas distribuidoras iban encontrando para realizar su actividad, y para poder hacer oír su voz ante la Administración y las grandes compañías, en 1972 nació en Barcelona la Asociación de Empresas Eléctricas (ASEME). Esta asociación, de la que la Electra fue una de las fundadoras, ha luchado por la defensa de las pequeñas distribuidoras hasta la actualidad.

En el próximo capítulo conoceremos la producción propia de electricidad y la extensión de la red de distribución a otros municipios de la comarca.

Autora: Marta Puigdueta Revetlle
Publicado en: Calderí
Fecha: 4/4/2017
Investigación: Joan Villanueva Dachs

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