1980-2000: más allá de Caldes

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1980-2000: más allá de Caldes

100 años de la Electra Caldense: Capítulo V

En 1980 se volvió a estudiar la producción propia de electricidad y la extensión de la red de distribución a otros municipios de la comarca. Después de la crisis del petróleo de 1973, en 1979 los gobiernos europeos comenzaron a dictar normas para reducir el consumo de productos derivados del petróleo y para incentivar la producción de energía a partir de fuentes renovables autóctonas. En España, la primera norma relevante fue la Ley 82/1980, sobre conservación de energía. Esa ley permitía que cualquier particular o empresa pudiera poner en marcha una nueva instalación de producción de electricidad, conectarla a la red eléctrica del distribuidor más cercano y venderle a este la energía producida a un precio suficiente como para retribuir la inversión realizada.

bausen-2En 1984, la Electra adquirió una participación de una sociedad del Valle de Aran, Hidroeléctrica Bausen, S.A., que contaba con proyectos para construir nuevas centrales en esa comarca. La central, que aprovecha las aguas del río Bausen y del Barranco de Carlach, afluentes del Garona, se empezó a construir en 1986 y se pudo poner en marcha en 1990. Durante los 27 primeros años de funcionamiento, ha producido y vertido a la red eléctrica la cantidad de 158 GWh.

Poco antes de la construcción de la central, la Electra impulsó, a través de la sociedad Conhidro S.A., la compra de la antigua colonia textil de San Benet, junto al río Llobregat, en el municipio de Sant Fruitós de Bages, con el fin de recuperar las instalaciones de producción de energía eléctrica que tenía aquella antigua fábrica textil, ya cerrada. En 2008 la Caja de Ahorros de Manresa adquirió el monasterio y la antigua colonia textil para promover su complejo cultural del «Món Sant Benet», y de rebote, la central.

Extensión de la red a otros municipios

En la última década del siglo XX, la red de distribución se extendió por primera vez más allá del término municipal de Caldes. En 1980 y 1990 las grandes compañías catalanas mantenían su voluntad de monopolio y, como contaban con redes de distribución ya consolidadas en los municipios del entorno de Caldes, consideraban que ya cubrían adecuadamente sus demandas de electricidad y que no tenía sentido la existencia de una red de otra empresa como la Electra. Sin embargo, este no era el pensamiento que tenía la población de Sant Feliu de Codines, que sufría las consecuencias de una red de distribución obsoleta y escasa, propiedad de FECSA.

En 1986 el Ayuntamiento solicitó a la Electra la extensión de la red eléctrica desde Caldes para dar la opción a los vecinos y las empresas de un suministro eléctrico alternativo y de mayor calidad. En 1992 se conectaron a la red de la Electra los primeros clientes de Sant Feliu; doce años después ya había 820 clientes de ese municipio, se había llegado a un consumo de 5 GWh anuales y 14 estaciones transformadoras construidas.

También en 1992 se construyó la nueva línea aérea de 3,7 kilómetros de Sant Sebastià de Montmajor para llevar el servicio de la Electra a Gallifa. El crecimiento de la red también fue importante en Caldes, donde se desarrollaron los polígonos industriales de la Borda y el Pinatar, y las zonas residenciales de Can Rosell, el Torrent de l’Escaiola y otros puntos del casco urbano. A finales del siglo XX la energía distribuida pasó de los 21,8 GWh a 61,3 GWh; los clientes, de 4.000 a 7.000, y las estaciones transformadoras, de 43 a 105.

El crecimiento de la demanda de energía llevó la dirección de la Electra a plantear varias solicitudes a ENHER y a HEC para aumentar las potencias contratadas y poder disponer de más capacidad de abastecimiento de la red. Pero las grandes compañías no estaban dispuestas a facilitar la expansión de la Electra y se negaron. En los años ochenta se iba acentuando la concentración de las cuatro grandes empresas eléctricas catalanas (FECSA, SEGRE, HEC y ENHER), con el resultado de que a finales de siglo en Cataluña sólo quedaba una gran eléctrica, ENDESA.

En 1994 propusieron comprar la Electra con la voluntad inequívoca de absorberla y la respuesta de los directivos calderinos fue negativa. En este caso las represalias fueron inmediatas: abrir una oficina de atención al público en el centro de Caldes y construir una nueva red de distribución en diferentes lugares del municipio que estaban creciendo y en los que ya existía una red de la Electra, como el Bugarai , Can Rosell, El Negrell y el polígono de la Borda. La campaña, sin embargo, obtuvo unos resultados muy escasos, porque la gran mayoría de los calderinos siguieron confiando en la Electra.

Ante las barreras para su crecimiento, en 1994 la dirección de la Electra tomó dos iniciativas: denunciar a las grandes compañías a las autoridades de la competencia, por prácticas abusivas y de posición de dominio; y poner en marcha el proyecto de construir una central de producción de electricidad en Caldes. Las autoridades encargadas de regular la libre competencia acabarían resolviendo que, con su negativa a los aumentos de potencia, ENHER y HEC habían actuado de forma ilegal y que, por tanto, tenían que aceptar las solicitudes de la Electra.

Pero la resolución tardó años, mientras que la necesidad de más potencia era inmediata. Así pues, en junio de 1998 la Electra pudo poner en marcha la central de «Sot de Rubió», en el polígono industrial de la Borda. Seis grupos motogeneradores de 1,25 MW de potencia componían la central, se alimentaban de gasoil y vertían a la red de la Electra la energía que producían. Además, se aprovechó la nave vecina de la central para trasladar primero el almacén de la empresa y, más tarde, el taller. En 1999 entró en servicio otro grupo generador, de 1,3 MW de potencia, llamado «Pla de Pradells», que la Electra instaló en la industria Relats S.A.

Este nuevo grupo, que se alimentaba con gas natural, era de cogeneración: por un lado, vertía la electricidad producida a la red de distribución de la Electra, y a la vez incorporaba el calor residual del motor al proceso productivo de Relats. La central térmica de «Sot de Rubió» y la de «Pla de Pradells» fueron decisivas desde el año 1998 hasta el 2012, cuando entró en servicio la subestación de «Can Vinyals», para que la Electra pudiera mantener el servicio eléctrico y atender las nuevas demandas de suministro.

La Ley del sector eléctrico, de noviembre de 1997, permitió la liberalización del sector eléctrico. Dicta que: «tanto las empresas que producen la electricidad como las que la venden a los consumidores finales (las comercializadoras), actúan en un marco de libre competencia». De este modo, los comercializadores compran la electricidad a los productores en el mercado mayorista, y la venden a los consumidores después de pagar el peaje por la utilización de las redes de transporte y distribución. Pero el monopolio de los grandes grupos eléctricos (ENDESA, IBERDROLA, Gas Natural-Fenosa, etc.) no ha dejado de dominar en todas las fases del proceso.

Aunque la Generalitat pudo asumir en 1981 algunas competencias del sector, la normativa eléctrica clave no ha dejado de ser de ámbito estatal, y las leyes de gran alcance se siguen dictando desde Madrid, donde es notoria la influencia de las grandes eléctricas. La nueva norma también obligaba a separar las actividades, por lo que una distribuidora como la Electra ya no podía vender electricidad a los clientes, por lo que se constituyó la filial Electra Caldense Energía, S.A., dedicada exclusivamente a la venta de electricidad. Así, y tras un periodo transitorio que comenzó en el año 2000 y terminó en 2009, la Electra Caldense S.A. se quedó exclusivamente con la actividad de distribución (construcción y mantenimiento de la red), mientras que la Electra Caldense Energía S.A. se dedica a vender electricidad.

Por otra parte, las inversiones en mejoras en la red eléctrica fueron continuadas. Se compraron varias fincas para poder construir nuevas estaciones transformadoras en las zonas urbanas más densas, como los barrios más antiguos de Caldes; se instalaron equipos de regulación de la energía reactiva, transformadores secos e interruptores automáticos en la red de alta tensión, y ya desde 1983 se comenzó a trabajar para implantar sistemas electrónicos y de telecomunicaciones que permitieran detectar incidencias de forma remota. También se instaló el primer sistema de telemando de la red eléctrica, que permitía realizar maniobras a distancia, con el fin de reducir los cortes de suministro y aumentar la calidad del servicio a los clientes.

En el próximo capítulo conoceremos la Electra más actual; después de saber cómo se hizo la distribución a nuevos municipios, entenderemos cómo se ha llegado a la fibra óptica y más cosas.

Autora: Marta Puigdueta Revetlle
Publicado en: Calderí
Fecha: 4/4/2017
Investigación: Joan Villanueva Dachs

Caldes y la Electra crecen

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100 años de Electra Caldense: Capítulo IV, 1959-1980, Caldes y la Electra crecen

A finales de la década de 1950, en el marco de la política de bloques y la Guerra Fría, la economía española comenzó a abrirse al exterior y liberalizarse, basándose en la industria y los servicios, y con una clara pérdida de peso de la agricultura. El crecimiento fue posible, también, gracias al aumento del parque de producción de electricidad. Para superar la etapa de las restricciones, el gobierno de Franco estableció medidas como la creación del régimen de «Red General Peninsular», que integraba los sistemas de las grandes empresas y las obligaba a intercambiar energía por razones de utilidad pública; y el modelo de «tarifas tope unificadas», que debían aplicarse a todo el territorio del Estado, y a las que se añadía un recargo que percibía un ente estatal llamado Oficina de Liquidaciones de Energía (OFILE).

Con los fondos de OFILE, el Estado subvencionaba la construcción de nuevas centrales de producción. Las grandes eléctricas privadas pudieron construir nuevas centrales y el gobierno impulsó dos a través de sendas sociedades estatales: la Empresa Nacional de Electricidad S.A. (ENDESA), y la Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana S.A. (ENHER).

En Caldes, como en el resto de Cataluña, a partir de 1960 el crecimiento de la industria y del sector servicios fue importante y continuado, y atrajo mucha población de las regiones agrícolas españolas.

Como consecuencia aumentó la demanda de electricidad, tanto para usos industriales como para abastecer las nuevas viviendas que se iban construyendo. De 1940 a 1960 la población del municipio aumentó unas 1.600 personas; en las dos décadas siguientes, de 1960 a 1980, el aumento fue de más de 4.000, hasta sobrepasar en total los 10.000 habitantes.

Además, los nuevos hábitos de consumo incorporaron cada vez más aparatos eléctricos en los hogares y más maquinaria eléctrica en las industrias. En todas estas transformaciones, el suministro de la Electra tuvo un papel fundamental. En los 43 años transcurridos desde su fundación, de 1917 a 1960, la Electra había llegado a tener 800 clientes, a distribuir 2,7 GWh anuales y a construir 11 estaciones transformadoras.

En los 20 años posteriores las cifras se multiplicaron, y en 1980 se llegó a 4.000 clientes, 21,8 GWh y 43 estaciones transformadoras. El cambio de la red de distribución de alta tensión, desde los 11 kV hasta los 25 kV, fue una buena base para poder cubrir las nuevas necesidades de electrificación y el crecimiento de la demanda. A pesar de las mejoras que se habían hecho en la línea Sabadell-Caldes de la suministradora Compañía de Fluido Eléctrico (CFE), llamada «Caldes 1», se constató que no se podría garantizar a Caldes un servicio eléctrico de calidad con esa única línea de abastecimiento. La demanda de la población iba creciendo y la línea en cuestión también soportaba la carga de otros puntos de suministro a lo largo de su recorrido.

La Electra reclamó sin éxito a CFE soluciones alternativas para poder mantener el servicio. Por lo tanto, se dirigió entonces a ENHER, que, a pesar de pertenecer al Estado, tenía su actividad principal y su sede en Cataluña, y en aquellos años estaba construyendo nuevas redes de distribución en las comarcas cercanas a Barcelona para dar salida a la producción eléctrica de sus centrales.

1967: año del cincuentenario y de grandes cambios

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Albert Xalabarder – Fuente: Calderí , Imagen: J Serra

Superando un problema tras otro, en 1967 la Electra pudo celebrar los primeros 50 años de vida. Con el aniversario llegó el ingeniero Albert Xalabarder, que se convirtió en el gerente, y se constituyó la sociedad filial Comercial Vallesana de Suministros SA, a la que se traspasaron los locales y otros activos relacionados con las instalaciones eléctricas.

A partir de ese momento, la Electra se dedicó al suministro de electricidad construyendo y manteniendo su red de distribución, y la Comercial, a las instalaciones eléctricas para particulares y para la misma Electra.

Pero ese mismo 1967 cerró la empresa Hilados y Tejidos Cortés S.A., la industria más importante del municipio y el principal consumidor de electricidad. Aquel cierre supuso la pérdida del trabajo de muchos calderines y la Electra vio como por primera vez después de muchos años disminuían las ventas de energía. Durante la década de los sesenta, la Electra construyó muchas líneas, entre las que destaca la que sale del campo de fútbol de Caldes (ET-16) y termina en el núcleo de Sant Sebastià de Montmajor, atravesando toda la montaña del Farell. Esta fue la obra más larga
y compleja construida hasta entonces por la Electra, y supuso llevar por primera vez la electricidad al citado núcleo de San Sebastián y a otros lugares del recorrido, como el Pascol, la Torre Nova y el Farell.

El crecimiento del número de clientes también supuso pronto un grave problema administrativo, ya que se hacía muy difícil seguir confeccionando manualmente las facturas de electricidad de los clientes. Eran los años de los primeros pasos de la informática, que se basaba en grandes y costosos ordenadores situados en centros de cálculo. Pero a finales de la década de 1960 surgieron los miniordenadores, que quedaban al alcance de las pequeñas empresas. En 1969 la Electra se decantó por uno de estos, un Factor-Q16. Aquella decisión, que fue pionera porque en aquel tiempo en Caldes prácticamente no había ningún ordenador, también lo fue en la gestión propia de los datos, lo que se ha mantenido hasta nuestros días.

En 1972 se pudo realizar la conexión de la red a la de ENHER y así se consiguió, finalmente, disponer de dos conexiones diferentes para el abastecimiento de la red de la Electra, cada una con capacidad suficiente para mantener el servicio a todos los clientes en caso de avería de una de ellas. En esta época se empezaba a notar la creciente orientación al monopolio de las grandes empresas eléctricas, y su influencia en las decisiones de la Administración. Una de las muestras más significativas de esta tendencia fue el «convenio de zonas» que firmaron en 1974 las cuatro grandes eléctricas catalanas del momento (FECSA, HECSA, ENHER y FH SEGRE) para repartirse el territorio de Cataluña entre ellas.

Las grandes eléctricas consideraban las pequeñas distribuidoras como una anomalía y un fastidio, y por este motivo la Electra y otras eléctricas de las mismas características toparon continuamente con todo tipo de obstáculos a la hora de desarrollar su actividad y su crecimiento. Dos ejemplos de esto son el hecho de que, en 1966, algunos socios de la Electra recibieran ofertas de una gran eléctrica para vender su participación en la empresa calderina; o que la política de tarifas del gobierno nunca beneficiara a las distribuidoras pequeñas.

Debido a los continuos y crecientes problemas que las pequeñas distribuidoras iban encontrando para realizar su actividad, y para poder hacer oír su voz ante la Administración y las grandes compañías, en 1972 nació en Barcelona la Asociación de Empresas Eléctricas (ASEME). Esta asociación, de la que la Electra fue una de las fundadoras, ha luchado por la defensa de las pequeñas distribuidoras hasta la actualidad.

En el próximo capítulo conoceremos la producción propia de electricidad y la extensión de la red de distribución a otros municipios de la comarca.

Autora: Marta Puigdueta Revetlle
Publicado en: Calderí
Fecha: 4/4/2017
Investigación: Joan Villanueva Dachs

Los años oscuros

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100 años de Electra Caldense: Capítulo III. Los años oscuros

El estallido de la Guerra Civil el 18 julio de 1936 derivó en un escenario de violencia revolucionaria en Cataluña. En cada pueblo se formaron grupos armados que, en nombre de la revolución, vengaban por su cuenta antiguas injusticias, deteniendo y asesinando a propietarios y religiosos, y requisando sus bienes. La ausencia forzada de los propietarios y directivos de las empresas, junto con la fuerza que tomaron los nuevos comités antifascistas, llevó a la Generalitat a dictar el Decreto de colectivizaciones y control obrero, que puso en manos de los trabajadores la dirección de las empresas.

En el caso de la Electra, los administradores y directivos tuvieron que abandonar su casa. El 11 de agosto de 1936 una representación del Comité Antifascista calderín se presentó en la oficina administrativa de la empresa para encargar de forma interina a los trabajadores Jerónimo Pascual y Pedro Sierra la responsabilidad administrativa y sobre las instalaciones. Así, se acordó formalmente la confiscación de la empresa, sin indemnización, y su traspaso al Ayuntamiento para su municipalización.

capitulo-3-la-lana-02Sin embargo, no se llevó a cabo la municipalización ni tampoco, propiamente, la nacionalización, sino que ese mismo mes de agosto todas las empresas del sector eléctrico catalán fueron colectivizadas y unificadas bajo el nombre de Servicios Eléctricos Unificados de Cataluña (SEUC). La dirección de estos servicios correspondía al Comité Central de Control Obrero de Gas y Electricidad, en el que la mayoría de miembros pertenecían a la CNT y la UGT, y la Generalitat solo tenía un interventor con poder muy limitado. El 14 de septiembre de 1936 se designaron los trabajadores responsables de la Electra y la actividad pasó a depender de los responsables sindicales de Sabadell de la antigua Cooperativa.

En abril de 1938 se disolvieron los SEUC y las antiguas empresas que lo integraban pasaron a depender del Comisariado General de Electricidad integrado dentro del Ministerio de Defensa. Durante los años de la guerra apenas se pudo mantener el servicio con normalidad y no se realizaron nuevas inversiones. Con todo, en Caldes, como en el conjunto de Cataluña, el suministro eléctrico se pudo mantener en un nivel adecuado hasta entrado 1938. Sin embargo, hubo otros problemas como los impagos; uno de los principales deudores fue el Ayuntamiento. Las autoridades decidieron congelar las tarifas eléctricas, dada la situación generalizada de pobreza.

El 29 de enero de 1939 las tropas de Franco entraron en Caldes, y dos meses más tarde se consumó la derrota definitiva de la República y el final de la guerra. A pesar de que todos los consejeros, directivos, trabajadores y el ingeniero Margarit fueron regresando a los puestos que ocupaban, al recuperar el control se notaban los efectos de la guerra, como el descenso del consumo eléctrico o las pérdidas de distribución. Además, los vencedores quisieron perpetuar la dictadura, y la Segunda Guerra Mundial supuso el aislamiento internacional de España, con consecuencias económicas desastrosas.

El aislamiento provocó la escasez de productos de primera necesidad, materias primas y bienes de equipo para las empresas. Estas carencias se resolvían con racionamiento, un sistema de cuotas o «cupos» a las importaciones y con el fomento de la producción autóctona. Aquella autarquía económica hasta 1950 comportó inflación, déficits presupuestarios y comerciales, y el empobrecimiento de la población. Los precios de los productos de consumo eran un 78% más altos que en 1935, y en el período 1940-50 aumentaron un 197% y los salarios no crecieron. Los empresarios de la Electra intentaron paliar aquella precariedad con revisiones frecuentes de los sueldos, pagas extraordinarias propias, y la posibilidad de “proveer comestibles a precios económicos”. La falta de cobre, la materia prima básica de la red eléctrica, afectó de lleno al sector eléctrico. La compra de cobre estaba totalmente intervenida por el gobierno y era necesario un largo trámite administrativo ante el Sindicato Nacional de Agua, Gas y Electricidad para conseguir un «cupo», y el producto llegaba con cuentagotas.

Terminada la guerra, la oferta eléctrica cayó por debajo de la demanda y eso obligó a hacer restricciones durante años. Algunas centrales de producción de electricidad habían quedado fuera de servicio debido a los bombardeos. Además, hubo una fuerte sequía que redujo las reservas de agua de los embalses y su capacidad de producción. A esto se sumaba una política de tarifas eléctricas bajas, que no incentivaban a las grandes compañías a realizar nuevas inversiones en producción, y, en general, una política económica más orientada a mantener el régimen político que el progreso económico.

La Delegación Técnica Especial para la Regulación y Distribución de Energía Eléctrica se encargaba de dictar a las empresas distribuidoras el límite de energía que se podía consumir en su red, y las eléctricas lo tenían que notificar a través de un «parte» diario. Sobrepasar los límites comportaba sanciones, y para evitarlas, la empresa distribuidora podía cortar temporalmente el suministro a sus clientes. Las primeras restricciones de la Electra fueron en 1944. Para aplicarlas, se hicieron pregones solicitando que todos redujeran voluntariamente el consumo tanto como pudieran y se apagaron un tercio de las lámparas del alumbrado público. Las industrias fueron las más afectadas, ya que la reducción les impedía trabajar durante muchas horas.

En 1941 se construyeron dos estaciones transformadoras debido al traslado de la antigua fábrica textil Alemany y la puesta en marcha de la Lanera Caldense. En 1949 se construyó otra para alimentar una importante fábrica textil. En 1953 los consumos se habían ido recuperando, y la red proyectada en 1918 se iba acercando a su límite de capacidad y fue necesario invertir para aumentar la sección de los cables de las líneas.

La Electra pudo renovar el contrato de suministro con la Compañía de Fluido Eléctrico y aceptó que solo podría vender electricidad al municipio de Caldes.

A principios del 1954, el industrial metalúrgico Josep Bonastre proyectó la construcción de una fábrica de metal duro en la calle Bigues de Caldes, donde la Electra tenía su segunda estación transformadora. El proyecto preveía una demanda eléctrica de 500 kVA y la solicitud se puso a la consideración del proveedor, que como solución para ese aumento de demanda propuso establecer un nuevo contrato que previera el cambio de tensión de la red. Para la Electra, sacar adelante ese proyecto no fue fácil, pero los directivos decidieron continuar, convencidos de que aquella inversión aumentaría la capacidad y que el consumo haría un gran salto adelante.

En 1959 se compró el número 3 de la plaza de Cataluña, que coincidía con la parte de atrás de la finca del número 60 de la avenida de Pi y Margall, donde desde el inicio la Electra tenía su tienda. De esta manera, en un mismo punto del centro de la población estaban todos los servicios de la empresa. Así, durante 50 años, desde 1960 hasta 2010, esa casa fue el domicilio social de la compañía y de ahí que las juntas de socios se dejaran de celebrar en el ayuntamiento.

En el próximo capítulo conoceremos el crecimiento de la empresa, la celebración de los cincuenta años de la creación de la Electra y la fundación de la Asociación de Empresas Eléctricas.

Autora: Marta Puigdueta Revetlle
Publicado en: Calderí
Fecha: 4/4/2017
Investigación: Joan Villanueva Dachs

La fundación y los primeros pasos

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100 años de la Electra Caldense: Capítulo II. La fundación y los primeros pasos

El núcleo impulsor de la nueva empresa eléctrica que tenía que dar servicio a Caldes en 1917 lo formaban: Avel·lí Xalabarder, Francesc Monserrat, Ginés Díaz, Francesc Torras, Olegario Godó, Paulino Torras, Josep Aulet, Francesc Torras y Tomás Uñó. Eran profesionales, gente de cultura e industriales. La mayoría calderines, y otros de fuera, pero con negocios en la ciudad. Todos ellos estaban convencidos de que era necesario crear una nueva sociedad, de ámbito local, que se hiciera cargo del servicio eléctrico.

escrituraEl primer paso: abrir una suscripción popular para conseguir el capital necesario para poner en marcha el proyecto. Fueron 100.000 pesetas, divididas en acciones de 100 pesetas cada una, para que la inversión pudiera ser asequible y el mayor número de calderines posible pudiesen ser socios de la Electra. El 14 de septiembre de 1917 se firmó la escritura de constitución ante el notario de la población, Josep Mas i Tasi.

El segundo paso: dirigirse a los representantes de Alumbrado para negociar la posible compra de sus instalaciones de distribución de energía eléctrica y de alumbrado público en Caldes. El acuerdo no fue posible porque Alumbrado solo estaba dispuesta a negociar la venta completa de sus redes, desde Sant Miquel del Fai hasta Castellar, lo que movió a los pioneros a construir su propia red de distribución.

Para proveerse de la energía necesaria acudieron a Catalana de Gas y Electricidad, que estaba en plena expansión en el Vallès Occidental. «La Catalana» construyó una nueva línea aérea desde Sabadell, pasando por Sentmenat, hasta la capilla de Santa Susanna, detrás del antiguo hospital, donde estaba la estación receptora de la Electra.

A principios de 1919 la distribuidora calderina dispuso de su propia red, pudo realizar las primeras acometidas e inició su actividad de suministrar electricidad a la ciudad. Los calderines comenzaron a llamar popularmente a la Electra como «la nueva» para distinguirla de Alumbrado; estas expresiones populares duraron hasta casi las postrimerías del siglo XX.

La Electra comenzó a dar servicio con tres estaciones transformadoras, a partir de ahí extendió las redes de baja tensión para suministrar a otros puntos de consumo, tanto de viviendas como de negocios particulares.

ADELANTE, A PESAR DE LAS DIFICULTADES

La empresa se tuvo que enfrentar a tres grandes dificultades desde un inicio:

1. Falta de capital para afrontar las inversiones de la nueva red y la compra de los materiales y herramientas imprescindibles. Durante aquellos años no eran pocos los calderines que consideraban la Electra una aventura destinada al fracaso ante el poder de las grandes eléctricas. Por ello, se tuvo que recurrir a préstamos de los tres industriales del primer consejo de administración.

2. La oposición enconada de Alumbrado de Poblaciones. Les hicieron competencia desleal a través de descuentos (10 céntimos de peseta por kW/h) a los clientes calderines, para que la Electra perdiera los que tenía y forzarla a vender todos sus activos y pasivos. La propuesta fue rechazada por los clientes, que consideraban que no podían abandonar aquel proyecto que acababan de iniciar, y en el que muchos conciudadanos habían depositado las esperanzas y los ahorros.

3. Las pérdidas de energía eléctrica en el transporte. En los primeros tiempos, la cantidad de energía medida en la salida de la subestación de Sabadell de «La Catalana» -punto donde se registraba la energía comprada- llegó a ser el doble de la energía suministrada por la Electra.

En la década de 1920 Caldes vivió un crecimiento industrial. Las pequeñas fábricas textiles, que hasta entonces apenas usaban la corriente eléctrica para su iluminación, pronto adquirieron nuevos telares movidos por electricidad. La Electra les garantizaba un servicio con más potencia y con pocas interrupciones. Seguros de que aquí encontrarían un buen servicio eléctrico, otros industriales de fuera decidieron implantarse en Caldes.

capitulo-2-electra-haciendo-red-1918El caso más destacado es el del egarense Joan Cortés, que construyó la fábrica más grande existente hasta ese momento en el pueblo, conocida popularmente como «la llana», porque se dedicaba a la fabricación de tejidos de lana y de seda. Una de las características de la Electra fue la voluntad de extender las ventajas de la electricidad a través de la prestación de los servicios relacionados. No querían sólo comprar y vender kilovatios/hora, sino facilitar a los clientes un completo aprovechamiento de aquella nueva fuente de energía. Por ejemplo, con la venta de bombillas, bombas hidráulicas, instalaciones eléctricas en viviendas y locales o la comercialización de electrodomésticos.

En 1924 la empresa abrió una tienda en el número 60 de la avenida de Pi i Margall; era la vivienda del encargado y el lugar donde se atendía permanentemente, de forma personal o por teléfono, cualquier incidencia. Los fundadores vieron claro que la empresa solo saldría adelante si era capaz de ofrecer a los calderines electricidad en cantidad y calidad, sin límites en la contratación de potencia ni cortes frecuentes de suministro, y, sobre todo, con un equipo de gente accesible que les pudiera atender y ayudar ante cualquier necesidad relacionada con la energía eléctrica.

En 1928 venció el contrato que la Electra había firmado con «la Catalana». Las negociaciones coincidieron con el arrendamiento del negocio eléctrico de «la Catalana» a la Cooperativa de Fluido Eléctrico (CFE). Así pues, a partir de ese momento el proveedor de la Electra pasó a ser la Cooperativa.

Los años 1932 y 1933 las industrias vieron cómo bajaban sus pedidos, la producción y los consumos eléctricos. Hubo retrasos en los pagos de facturas y de instalaciones importantes. Incluso algún industrial esquivó las reclamaciones de la Electra instalándose un motor de gasóleo para producir por su cuenta la electricidad de la fábrica. Aquellos años la empresa no aumentó el número de estaciones transformadoras, pero logró sobrepasar los 500 clientes y mejoró la red de distribución cerrando el primer anillo de circunvalación de alta tensión del núcleo urbano de Caldes, enlazando cinco de las ocho estaciones transformadoras existentes, y cambiando los postes de madera por postes de hierro. La red anillada permitió aumentar la calidad del servicio eléctrico: por primera vez se podía trabajar en un punto de la red y mantener el servicio al resto.

En octubre de 1934 la Electra sufrió una gran pérdida: la muerte inesperada, a los 60 años, de Avel·lí Xalabarder, el gerente de la empresa. Xalabarder había estado al frente del grupo de promotores de la sociedad en el momento de su fundación y llevó su dirección durante 17 años con un excelente balance: dimensiones y calidad de la red eléctrica, cantidad de clientes, energía distribuida, resultados económicos, relación con los trabajadores y remuneración de los socios. La baja en el Consejo de Administración fue cubierta por su hijo Eduard Xalabarder Olivella, que pasó a ser el secretario, y el cargo de gerente lo ocupó Francisco Sala.

En el próximo capítulo descubriremos los años oscuros: la Guerra Civil y la posguerra (1936-1959). El mes que viene conoceremos cómo afectó el exilio de los dirigentes y propietarios al funcionamiento de la Electra y viviremos la colectivización de las empresas del sector eléctrico catalán bajo el nombre de Servicios Eléctricos Unificados de Cataluña (SEUC).